Si en una entrada anterior hablé del pueblo, resulta ahora
ineludible hablar de su iglesia. Esa pequeña joya del mozárabe entorno a la que
se apilan las pocas casas de la aldea con sus característicos tejados de
pizarra. La particularidad del templo radica en su puerta de entrada, un arco
bilobulado único en el mundo y que se ha convertido también en símbolo de la
iglesia. Así que si os acercáis a verla y se encuentra cerrada no desesperéis,
lo más importante lo habréis visto. También podréis disfrutar de sus discos
solares de herencia celta en los aleros y de su espadaña separada de la nave.
De aquí procede la cruz votiva que Ramiro II regaló al
monasterio de Santiago de Peñalba y que a la postre se ha convertido en símbolo
de identidad de El Bierzo como lo atestigua su inclusión en su escudo. Los más
observadores se habrán percatado que he dicho monasterio. Así es, la iglesia de
Santiago de Peñalba es el último vestigio del monasterio que se alzaba en ese
lugar. Al menos sus piedras perviven en las construcciones de las casas del
pueblo, sirviendo el monasterio de improvisada cantera.
Si tenemos la suerte de acceder a su interior nos
sumergiremos en esta maravilla bajo un techo jalonado por estrellas (de nuevo
elementos de simbología celta). Su atípica construcción con dos ábsides
contrapuestos le dan una singularidad que la podrían vincular con antiguas
construcciones en el norte de África auspiciadas por la figura de Donato, líder
herético que dio nombre a la secta donatista y que por azares del destino,
terminó convirtiéndose en uno de los protagonistas de mi novela.
Continuando la vista, lo que más nos llama la atención son
los antiguos grafitos que adornan sus muros laterales. Ocultos a la vista tras
siglos de despropósitos, hace años una restauración los devolvió a la
superficie. En ellos podemos observar diferentes representaciones de híbridos y
animales mitológicos (¿ocas?) y varias escrituras, como si de una pizarra de
prácticas se tratara. Personalmente hay dos elementos que me fascinan y han
pasado a formar parte de la novela. Los numerosos nudos de Salomón y el
elefante (agradecer a la guarda de patrimonio la paciencia mostrada conmigo en su
búsqueda). El primero porque representa un saber oculto y ancestral de los primeros
cristianos, el segundo porque podría vincular a los monjes con el mismísimo
Alejandro Magno. Si queréis saber por qué, solo os adelantaré que el ajedrez
más antiguo del que se tiene constancia es el ajedrez de San Genadio, fundador
del monasterio de Santiago de Peñalba y donde hasta el siglo pasado un lugareño
custodiaba las piezas en… una caja de zapatos. A partir de esta información que
cada uno saque sus propias conclusiones o que proceda a la lectura de Amanece
sobre Londres.
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