Para la documentación reuní diferentes leyendas que siguen vivas en el imaginario
popular como el culebre, las
procesiones de ánimas, el cuerno de alicor o quizás la más conocida en El
Bierzo: La leyenda de las siete hermanas. No se trata de una leyenda exclusiva de esta comarca y la verdad es que es compartida con otros lugares adaptándola cada cual a sus costumbres, pero en mi caso sirvió de inspiración para la llegada de Donato a nuestras tierras
acompañado de sus hijas. Os dejo con
ella para vuestro disfrute.
Cuentan
los lugareños la leyenda que en tiempos a los que ya casi no se remonta la
memoria, siete hermanas se dirigían a Santiago en peregrinaje. Al pasar por los
Montes Aquilanos se sentían tan cansadas que decidieron sentarse en una fuente
a descasar y refrescar los pies a la más pequeña, que debido a su edad sufría
acusadamente los rigores del camino.
Mientras
la mayor atendía a la pequeña, el resto de las hermanas, hartas de las llanuras
que dejaban tras de sí, decidieron ir a echar una ojeada a los impresionantes
parajes que las rodeaban. Altas montañas y verdes campos deleitaban su vista.
Llevadas por la emoción se tiraron colina abajo rodando, danzando y cantando,
mas cuando se quisieron dar cuenta se hallaban perdidas sin poder verse entre
sí.
Cuando
la hermana mayor, que las guiaba por el camino, se percató de la desaparición
de sus hermanas era ya demasiado tarde. Gritó sus nombres, y al recibir
solamente por respuesta el eco de su voz decidió ir en busca de las otras.
Pidió a la pequeña que esperará en la fuente para poder avanzar más rápido.
Tras varias horas sin éxito, decidió volver a recogerla.
Cuál
fue su sorpresa cuando regresó y encontró la fuente solitaria. Fruto de la desesperación
corrió colina abajo hasta toparse con un pastor que cuidaba de su rebaño. Entre
lágrimas le contó lo sucedido y este le recomendó subir a la montaña más alta
de lugar para intentar divisar a su hermanas.
Una
vez en la cima intentó una y otra vez encontrarlas sin resultado. Presa del
pánico se arrodilló entre sollozos y rogó a Dios que le permitiera verlas para
reunirlas de nuevo. Sus plegarias fueron escuchadas y pudo verlas una por una
pero sin que el resto pudieran verse entre ellas.
La
pequeña estaba peinándose tranquilamente en un lugar llamado Valdescallos. Se
había escondido tras la fuente pensando que sus hermanas la habían dejado atrás
por no poder seguir el ritmo del resto. La segunda estaba subida en una peña
desde donde observaba todo el valle. La tercera al pie de un río llamado
Valdeprado. La cuarta en un lugar que respondía al nombre de Fombasallá. La
quinta a las orillas del rio Cúa, al pie del castro Bergidum. La sexta se
encontraba en el centro del valle encaramada a lo alto de una encina intentando
buscar al resto de sus hermanas.
La
hermana que hacía de guía las llamó, pero estas respondieron que preferían
quedarse rodeadas de tan bellos paisajes hasta que Dios quisiera dar testimonio
de fe a los hombres y mujeres del lugar. El señor les concedió su deseo
dejándolas en el lugar en el que se encontraban, para que quien diera con ellas
les levantara una ermita y un altar.
La
Virgen de la Guiana, la guía, fue encontrada por unos campesinos de Ferradillo
en lo alto del pico que lleva su nombre, la bajaron al monasterio de San Pedro
de Montes y le hicieron una ermita que se caía nada más finalizarla. El abad
del monasterio entendió que la virgen quería descansar en lo alto de la montaña
y levantaron allí la ermita.
La
Virgen de los Escallos apareció en la fuente que le da nombre. En ese mismo
lugar le hicieron una ermita, pero antes de finalizarla también se venía abajo.
Los habitantes del lugar pensaron que era debido a que se veía desde La Guiana
y la Virgen no quería ser vista por ninguna otra de sus hermanas. Le levantaron
otra más oculta y que pasara desapercibida. A esta Virgen se la conoce por su
humildad y no gusta de romerías.
A
la Virgen de la Peña la hallaron unos pastores en lo alto de una peña.
Exultantes de alegría, la bajaron a Congosto, donde lo vecinos la colocaron en
el principal altar de la iglesia del pueblo. A la mañana siguiente cuando se
corrió la voz del hallazgo, decenas de personas se agolpaban en la puerta de la
iglesia para verla, pero cuando abrieron la puerta había desaparecido. Al cabo
de un tiempo la volvieron a encontrar en la peña donde apareció y comprendieron
que la Virgen, al igual que la Virgen de La Guiana, prefería estar en la peña y
le hicieron allí mismo una ermita.
Cercano al arroyo de Valdeprado se
toparon unos vaqueiros la quinta de las tallas. Desconocían a que imagen
correspondía la Virgen, y en pleno verano, cuando discutían sobre el tema, los
campos se tiñeron de blanco. En ese mismo lugar levantaron la ermita de la
Virgen de las Nieves.
Con
la sexta no hubo dudas, encontrada en un recoveco entre una maraña de raíces de
sauces, todos coincidieron en que se trataba de la Virgen de las Angustias. Al
ser rescatada de ese lugar claustrofóbico, la Virgen se dejó levantar una bella
ermita por los vecinos del pueblo de Cacabelos. A pesar de todo la virgen
extrañaba el murmullo de la corriente del río Cúa, y anegaba con sus aguas de
vez en cuando el templo.
Por
último, la Virgen de la Encina, fue encontrada fruto del azar cuando unos
caballeros templarios cortaban leña en un encinar cercano a Ponferrada.
Construyeron una ermita en su honor, que poco tiempo después fue ampliada a
santuario por el fervor que despertaba entre los habitantes de la comarca.
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