Creo recordar que fue en IT, de Stephen King donde leí esta frase y no puedo estar más de
acuerdo con ella. Tanto me impactó en su día que me puse a investigar sobre el
tema llegando a la conclusión de que la rutina y la falta de estímulos externos
suelen ser los causantes de la infelicidad.
A lo largo de nuestra vida asistimos de primera mano a cómo
se comba nuestro espacio-tiempo. No, no voy a entrar en el campo de Einstein ni
mucho menos. Los tiros van por otro lado. Todos recordamos cuando éramos
pequeños cómo las horas, días y semanas pasaban a un ritmo condenadamente
lento. Sobre todo cuando estabas esperando que llegara un momento determinado
con ansia. Sin embargo en la edad adulta, el tiempo se escurre como el líquido
entre tus dedos sin que nada lo pueda remediar. O eso pensamos.
Cuando llegamos a este mundo, nuestro cerebro se encuentra
virgen de información, como un disco duro recién comprado. Aunque no sabría
decir cuándo, supongo que siendo un feto ya comenzamos a recibir estímulos
externos, los cuales están directamente ligados a nuestra percepción del
tiempo.
La medición del tiempo es un invento humano, pero cómo lo
percibimos depende de cómo lo interprete nuestro cerebro. Por poner un ejemplo,
si estamos en las fiestas del pueblo viendo un espectáculo pirotécnico, vemos y
oímos la explosión de los fuegos artificiales al mismo tiempo si nos
encontramos más o menos cerca. Con la física en la mano, la velocidad del
sonido es de unos 340m/s. La de la luz de casi 300.000.000m/s. Resulta lógico
pensar que deberíamos ver primero toda la amalgama de luminosos colores y luego
escuchar la explosión ¿verdad? Es nuestro cerebro el que se encarga de hacer
este ajuste. Por así decirlo, tenemos una pequeña máquina del tiempo sobre los
hombros Doc…
Volvamos a nuestra infancia. En cuanto salimos del útero se
produce una explosión sensorial. Todo es una novedad para nosotros. Nuestro
cerebro empieza a recoger información por los cincos sentidos de forma
ineludible de nuestro entorno, que luego forjarán nuestro carácter y
experiencias. Como es previsible, en un principio nuestro procesador funciona
al 100%, pero a medida que pasan los años va descendiendo gradualmente hasta
que llegamos a una edad adulta en la que irremediablemente tiende al 0%, puesto
que con el transcurso de los años es difícil encontrar nuevas sensaciones (una
naranja la descubrimos por primera vez y luego son todas iguales). Este
esfuerzo mental es el que incide directamente en la percepción del tiempo,
cuantas más novedades aportemos a nuestro cerebro, disfrutaremos de una mayor
sensación de haber aprovechado el tiempo y este parecerá ralentizarse.
Es lo que sucede cuando la gente comenta que ha aprovechado
muy bien sus vacaciones, que incluso se
le han hecho largas aunque luego lo neguemos una y otra vez en el trabajo. La
salida de la rutina y el hecho de recibir nuevos impactos sensoriales es lo que
ocasiona este cambio de percepción en el tiempo. Por eso a los humanos nos
gusta viajar, somos curiosos por naturaleza debido a esa necesidad de recibir sobre
todo nuevos estímulos visuales. Esto hunde sus raíces en los principios del
tiempo. Cuando no existía escritura, no quedaba más remedio que recordar esa
planta venenosa, ese animal peligroso o el camino de vuelta a tu cueva. Así
durante miles de años, convirtiéndonos de ese modo en unos yonkis de las imágenes.
Obviamente, salvo para algún privilegiado o alguna persona
con la valentía de dejarlo todo y ponerse en ruta sin preocuparse por el
mañana, viajar es costoso y requiere mucho tiempo libre. Pero existe una forma
más barata. Durante el proceso de lectura evocamos imágenes. Está demostrado
que nuestro cerebro adopta la misma actividad cerebral cuando hacemos una labor
y cuando pensamos que la estamos haciendo. Sirve entre otras cosas para
comunicarse con personas en un estado vegetativo. También está demostrado que
el cerebro de una persona lectora es diferente al de una persona que no lee.
Los primeros poseen unas mejores conexiones neuronales.
Resumiendo la conclusión es obvia y fácil de llevar a la
práctica. Si quieres ser más feliz y alargar tu vida, no el tiempo mensurable,
si no la calidad del tiempo percibido, lee. Y prueba a volver a casa del
trabajo por un camino diferente aunque lleve unos minutos más, descubre nuevos
sabores, deja de lado tus viejos vinilos y vete a una jam session a descubrir nuevos músicos o cualquier otra cosa nueva
que se te ocurra. También puedes tomarte un Prozac… o ponerte a escribir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario