Las sombras se
iban poco a poco dibujando según avanzaban los primeros minutos del nuevo día
mientras la ciudad se volvía cada vez más agitada. You shook me all night long comenzó a sonar en el radio
despertador. Estaba arropada de tal manera que solo asomaba la cabeza por
encima del edredón. Era una manía que se remontaba a cuando era niña, como la
de no dejar colgando ninguna extremidad fuera de esa frontera imaginaria que
marcaba el perímetro del colchón. Por lo que pudiera haber debajo.
Vivía en un
viejo apartamento de altas paredes de ladrillo que ella misma había pintado en
color crema, al igual que las puertas y ventanas, para las que eligió un blanco
mate que dejaba ver la veta de la madera. Eso le daba una gran luminosidad a la
vez que resultaba muy acogedor, algo muy importante en la fría y triste
Inglaterra en la que se había resignado a vivir. Excepto el colchón, otra manía
más, no había comprado ninguno de los muebles que decoraban el apartamento. Se
los habían regalado, encontrado por la calle, fabricado ella misma o
simplemente ya estaban allí. A pesar de los diferentes tipos de muebles, el
lugar desprendía una gran calidez y uno se sentía a gusto nada más entrar por
la puerta, después de subir dos pisos por las estrechas escaleras de la antigua
casa dividida en apartamentos.
Comenzó a
desperezarse envuelta en sudor, tarareando la letra de la canción, pensando en
que hoy no tendría que echar a suertes consigo misma si levantarse o no y
enfrentarse a un día como otro cualquiera de su monótona vida. Menos mal que se
conocía bien y por esa razón siempre dejaba el despertador alejado de su cama a
todo volumen.
Mientras
estaba sentada sobre la taza del baño, sentía la aprensión que la asaltaba
todas las mañanas. Por más que se esforzaba y le daba vueltas a la cabeza no
conseguía averiguar el porqué de esa sensación que tanto la incomodaba. Suerte
que una ducha hacía que se sintiese mucho mejor y la alejaba de esos pensamientos
hasta la mañana del día siguiente. Eso y un buen desayuno. Se dirigió a la
cocina donde calentó un poco de agua para su té con leche y se preparó un
sándwich de jamón y queso, acompañado de un par de piezas de fruta. Luego lavó
la taza del día anterior junto con la cuchara y el plato. Era una mujer que
adoraba la simplicidad y solo poseía lo necesario para arreglarse, aunque cada
una de sus pertenencias eran como un tesoro. Esa misma taza tardó dos días en
comprarla puesto que cada una de sus posesiones tenía un simbolismo especial
para ella. La taza perfecta con la que se sintiera a gusto mientras la abrazaba
entre sus manos para beberse su té. Algo así como en una película en la que
todo el decorado está estudiado al detalle para que parezca que siempre ha
estado ahí por algún motivo, aunque en el fondo era consciente de que el té le
iba a saber igual en una taza que en otra.
Cuando terminó
de desayunar volvió al baño donde se quitó la toalla con la que se había
envuelto. Al mirarse en el espejo, un escalofrío recorrió todo su cuerpo. No
era la primera vez que le ocurría al ver sus ojos gris claro reflejados, como
si esos mismos ojos a su vez la estuvieran escrutando desnuda desde el espejo y
recorrieran cada parte de su piel de un moreno casi dorado. Evidentemente esto
y su corta melena de color negro azabache era algo que atraía a los hombres
pero a la vez los incomodaba, tanto como a ella en ese momento al contemplar el
reflejo de sus enigmáticos ojos.
El sonido del
teléfono le sacó del trance.
—Hola, Pol.
—Buenos días,
pequeña —dijo la cálida voz al otro lado de la línea—. Perdona que te llame a estas horas, pero creo que
deberías venir al juzgado en cuanto te sea posible.
—Pol, sabes
que hoy comienzo el viaje en moto del que tanto tiempo te llevo hablando.
Llevaba semanas
planeando el viaje que la llevaría por toda Europa durante un mes. Lo tenía
todo preparado, ropa, rutas, mapas; hasta le había dejado a Pol las llaves del
buzón para que no se le amontonara la correspondencia. Su trail esperaba en el interior del portal donde pasaba las noches
con las maletas colocadas para salir a primera hora de la mañana. Seguro que su
vecino se alegraría de no tener que esquivar la moto todas las tardes. Aunque,
a decir verdad, ella sabía que no le molestaba y era solo una excusa para
cruzar unas palabras. Una curiosa forma de intentar intimar, algo que a ella no
se le pasaría nunca por la cabeza. Era un hombre atractivo, pero demasiado
tímido y tradicional. No sería el tipo de taza con la que se quedaría.
—Ha llegado un
cadáver esta noche.
—Llegan
cadáveres todos los días —replicó en un tono que intentaba disimular su enfado
para que Pol no se anduviera con rodeos y le dijera de una vez lo que ocurría.
—Verás,
pequeña: en uno de los bolsillos tenía una página arrancada de un listín telefónico con tu nombre marcado. Además de algo que
solo había visto antes en una persona —Pol hizo un silencio—, tiene tus mismos ojos.
Segunda entrega del primer capítulo. Como ya había avanzado la novela transcurre entre diferentes saltos en el tiempo. Ahora avanzamos unos siglos hasta la época actual para conocer a una de las protagonistas. ¡Espero que disfrutéis con la lectura!
No hay comentarios:
Publicar un comentario