Un blog
para presentaros mi primera novela y compartir mis opiniones, experiencias e
inquietudes con vosotros. Amanece sobre Londres relata dos historias paralelas
en el tiempo, una en el siglo IV y otra en la actualidad contra un mismo
enemigo: Luzbel. El destino de sus personajes se decidirá antes de la salida
del sol, tras una frenética carrera a través de las calles de la capital británica.
martes, 24 de febrero de 2015
lunes, 23 de febrero de 2015
La ley de Moore del conocimiento
Nudo de Salomón en la Iglesia de Santiago de Peñalba |
Todos tenemos en nuestras familias o allegados a un
niñ@ de corta edad. Es increíble ver cómo son capaces de desenvolverse con las
nuevas tecnologías y hacer varias cosas a la vez. Por decirlo de algún modo son
“multitarea”. Realmente es un reto para
los padres de hoy en día mantenerse “actualizados” para intentar educar lo
mejor posible a sus hijos, el salto generacional cada vez es más grande.
Todos conocemos o hemos oído hablar en alguna
ocasión la Ley de Moore. Gordon Moore predijo ya en los años setenta, que el
número de transistores de un circuito integrado se duplicaría cada dos años,
vaticinando la bajada de precios de los ordenadores a la vez que aumentaban sus
prestaciones. Su ley ha ido más o menos cumpliéndose en estas últimas décadas,
pero el motivo de esta entrada no es hablar de informática, sino de establecer
una analogía entre la ley de Moore y el conocimiento.
En Amanece sobre Londres, algunos de sus
protagonistas tienen que lidiar con un vasto conocimiento (no voy a entrar en
detalles para no lanzar ningún spoiler),
lo cual me llevó a una serie de reflexiones y preguntas sin respuesta acerca
del futuro que nos espera a la humanidad.
Fue el matemático polaco Alfred Korzybski quien reparó en la velocidad a la que se duplicaba el conocimiento. Según sus
estudios y tomando como referencia el nacimiento de Jesucristo, tuvieron que
transcurrir unos mil quinientos años para que con la llegada del Renacimiento,
el conocimiento existente se duplicara. Sólo tuvieron que pasar dos siglos y
medio para que volviera a tener lugar este hecho. Nuevamente se duplicó en el
siglo XIX, hasta llegar a nuestra época en la que ya se habla que esto ocurre
cada seis meses. Para el final de la década calculan que se duplicará cada mes. Llegados a
este punto te aconsejo que tomes aire y releas con calma este párrafo, porque
sinceramente me está dando vértigo el mero hecho de escribirlo. Tómate
unos segundos para reflexionar, quizás llegues a hacerte la misma pregunta que yo
me hice en su momento. ¿Qué ocurrirá cuando este conocimiento se duplique en
horas, minutos o incluso varias veces cada segundo?
El filósofo científico Thomas Kuhn denominaba paradigma
al conocimiento científico en vigor durante un determinado espacio de tiempo,
por explicarlo de una forma simple. A medida que avanza el conocimiento se van
produciendo diversos cambios de paradigma a todos los niveles, no solo el
científico. Por poner un ejemplo, la llegada de internet a nuestros hogares
supuso un cambio de paradigma social, económico, moral, tecnológico, etc., dejando las inmediatamente anteriores tecnologías analógicas obsoletas. Raymond
Kurzweil en su Ley de los rendimientos acelerados aborda precisamente este tema, al
igual que en la Ley de Moore, habla de un crecimiento exponencial tecnológico.
De acuerdo con esta teoría, los cambios de paradigma cada vez suceden más
rápido y llegaremos a un escenario que desembocará en lo que él llama una
singularidad tecnológica. Un punto en el que los cambios sucederán casi
instantáneamente y afectarán tanto a la humanidad que sacudirán los cimientos
de nuestra especie. Lo más inquietante es que no estamos hablando a mil o dos
mil años vista, sino que ocurrirá en dos o tres décadas. La mayoría de los que
estáis leyendo este artículo viviréis ese momento en la historia y nadie puede
predecir lo que ocurrirá.
Afortunadamente, el propio Señor Kurzweil aporta una
solución. Su propia ley indica que cuando el progreso se encuentra con una
barrera tecnológica, la propia tecnología inventará una forma de cruzarla.
Cuando lleguemos a la singularidad, no solo no podremos asimilar un
conocimiento que se duplica instantáneamente, sino que el cambio de paradigma
continuo ocasionaría que perdiera validez aquello que era vigente hacía tan
solo unos segundos. Su respuesta está en el transhumanismo. Los avances en
nanotecnología, biología, IA… nos permitirán vivir más, revertir incluso
el envejecimiento y potenciar nuestros cerebros.
Aquí es donde se abre el debate. Supuestamente estos
avances nos igualarían a todos pero, si echamos la vista atrás, en los últimos
años el sistema imperante es el capitalismo económico. Si esta tecnología
tuviera un coste, ¿qué ocurrirá con aquellas personas que no puedan acceder a
ella? Y contemplando un escenario utópico en el que esta nueva tecnología fuera
accesible a todo el mundo, ¿qué ocurriría con aquellas personas que quisieran
mantenerse humanas al cien por cien? Si observamos con atención la historia,
aquellas civilizaciones que disponían de mayor conocimiento y tecnología, han
sometido a aquellas que consideraban inferiores. No me atrevo a aventurar lo
que ocurrirá cuando llegue la singularidad, pero espero que en los próximos
años comiencen a anteponerse los valores a los designios políticos y
económicos. Como decía en una entrada anterior, deberíamos dejar de
concentrarnos en problemas pasados y trabajar en el presente para posicionarnos
en una situación ventajosa en ese futuro incierto. Porque todos los problemas
actuales, habrán quedado obsoletos cuando llegue la singularidad tecnológica.
Etiquetas:
Alfred Korzybski,
ciencia,
conocimiento,
Gordon Moore,
Ley de los rendimientos acelerados,
Ley de Moore,
Raymond Kurzweil,
singularidad,
tecnología,
Thomas Kuhn,
transhumanismo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)