Peñalba de Santiago. Sito en plena Tebaida berciana, este
enclave mágico enciende la mecha de la trama en la actualidad. A pesar de
encontrarse a poco más de veinte kilómetros de la capital de la comarca,
Ponferrada, puede llevar casi una hora llegar al lugar en coche. Esto da a
entender su inaccesibilidad ya no solo hoy, sino imaginaros varios siglos
atrás. Aun así el valle está salpicado de iglesias y monasterios engullidos por
un majestuoso paisaje. No en vano a la zona se le denomina coloquialmente como
la Tebaida, en relación a Egipto precisamente por esa proliferación de templos
y haber sido un lugar de recogimiento espiritual.
No recuerdo cuando fui por primera vez. Sé que fue a edad
temprana cuando me llevaron mis padres, a los que les debo esa inquietud por
visitar lugares de interés en la comarca. Lo que sí recuerdo son las
sensaciones que me produjo el lugar desde un principio y que me obligan a
volver una y otra vez. Lo he recorrido andando, en bicicleta, en coche o moto,
en solitario o con amigos y la sensación de dependencia que me genera el valle
aumenta con cada visita. Lo primero que te sobrecoge es el silencio. Silencio
que da nombre al valle y es testigo invisible del paso del tiempo y las gentes
que lo habitaron. Acostumbrados al mundanal ajetreo de las urbes, nuestro
cerebro ha conseguido silenciar el ruido de fondo que atormenta día tras día
nuestros tímpanos, ocasionando que cuando el verdadero silencio se presenta,
este pase desapercibido.
Cuenta la leyenda que San Genadio, retirado en este valle
para meditar, se quejó al altísimo de que de no ser por el rumor del río, el
lugar estaría sumido en el más profundo de los silencios. Es por eso que sus
palabras fueron escuchadas y debido a su devoción, el arroyo se ocultó bajo la
tierra.
La época ideal para visitarlo es a finales de otoño antes de
las primeras nevadas que complican sobremanera la carretera. Se asciende vertiginosamente
desde San Esteban de Valdueza y por el trayecto podremos disfrutar de un
paisaje sin igual. Una vez llegados a nuestro destino final recomiendo este
ejercicio. Sube al campanario de la iglesia y no articules palabra. El silencio
es tan embriagador que a veces puede resultar claustrofóbico, acostumbrados
como decía nuestros sentidos a ese rumor constante de fondo. Por eso esta zona
fue elegida por los ascetas desde el siglo IV para llevar a cabo sus
meditaciones y por ello me pareció el lugar adecuado para iniciar una trama de
ficción religiosa. Si alguna vez pasáis por Ponferrada, recordad este artículo
y no dudéis en dedicar unas horas a visitar un maravilloso pueblo encantado
anclado en el pasado.
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