Un blog para presentaros mi primera novela y compartir mis opiniones, experiencias e inquietudes con vosotros. Amanece sobre Londres relata dos historias paralelas en el tiempo, una en el siglo IV y otra en la actualidad contra un mismo enemigo: Luzbel. El destino de sus personajes se decidirá antes de la salida del sol, tras una frenética carrera a través de las calles de la capital británica.

 

sábado, 20 de diciembre de 2014

Independencia y memoria


 

“El que bebe de las fuentes del pasado,
siempre estará sediento”

Con esta cita comienza Amanece sobre Londres, y ahora que muchos de vosotros ya tenéis el libro, me gustaría explicaros el porqué.
Cerca del pueblo dónde me crié, Cubillos del Sil, se encuentra el Pantano de Bárcena, el cual oculta un pequeño puente romano además de los pueblos que se ahogaron bajo sus aguas. Cuando el nivel alcanza cotas mínimas, la gente acude en tropel a verlo. Algo por un lado normal, dado que la última vez que se pudo ver llevaba casi veinte años sumergido.  Pero por otro lado me resulta curioso observar cómo hace unos años, sobre todo los de la década de los noventa y quizás debido a los avances tecnológicos (internet); la gente se afanaba por abrazar cualquier idea cosmopolita que la ayudara a diferenciarse de los demás y no quedarse estancados en el pasado. Estar a la última era lo más importante.  Sin embargo en los últimos tiempos,  la sociedad parece que vuelve a valorar sus tradiciones y las leyendas vuelven a cobrar más auge que nunca. Puede que al igual que sucede con el puente, en época de prosperidad, cuando el embalse está lleno, pasa al olvido; y en tiempos de vacas flacas, cuando sus aguas retroceden hasta mínimos históricos, es rescatado de la memoria.
Quizás este es el motivo del incremento del sentimiento independentista de muchas regiones. El azote de una crisis que muchos consideran que ha sido ocasionada en el exterior, genera ese sentimiento de querer desmarcarse de aquello que se abrazó en su día, cuando los bolsillos llenos permitían mirar hacia delante sin ningún temor.
Volviendo a la cita, tenía claro que con una sola frase quería reflejar dos aspectos de la vida. Por un lado lo que sucede cuando empiezas a interesarte por el conocimiento e historia de la antigüedad.  Es inevitable comenzar a tirar de un hilo que no termina nunca. Una cosa lleva a la otra y cuanto más sabes, más quieres saber. Te encontrarás con una sed difícil de saciar por el escaso tiempo del que disponemos en la alocada vida que llevamos. Esta se podría considerar la acepción positiva de la cita.
La otra, más que negativa, se podría entender como un aviso a navegantes. Es cierto que los sucesos del pasado es necesario tenerlos presentes, sobre todo para no cometer los mismos errores. Pero cuando la única visión que se tiene es la de que cualquier tiempo pasado fue mejor y cualquier acción comienza a justificarse con hechos históricos, finalmente acaba derivando en una espiral en la que te retroalimentas de unos problemas heredados y que en muchas ocasiones nos afanamos en amplificarlos nosotros mismos con nuestra particular visión de la realidad.
Existen numerosos estudios que indican que aquellos que olvidan más fácilmente sucesos del pasado, gozan de una mejor salud mental. Por eso deberíamos preocuparnos de la salud de nuestra sociedad. Es compatible ser Berciano y Leonés, o Catalán y Español, por poner dos ejemplos. Me empachan los debates sobre la bandera y las autonomías. Vivimos una época de crisis en la que en lugar de unirnos, nos afanamos en remar en sentidos contrarios. Buscamos la confrontación cuando el único interés de muchas familias es llegar a fin de mes. Deberíamos convertir los problemas en una oportunidad, dedicar el tiempo y dinero de debates infructuosos a cosas más acuciantes para la sociedad. En lugar de preocuparnos por lo que representa la bandera española o si debería ser una u otra, ¿por qué no preocuparnos por lo que representará para nuestros hijos?

Está en nuestra mano crear nuestra propia realidad, pero para ello, a veces hay que prescindir de la memoria. Olvidar para progresar y aplacar la sed.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Las Médulas






Por desgracia en los últimos tiempos nos hemos acostumbrado a observar impávidos, cómo el hombre modifica su entorno para adaptarlo a sus necesidades, sin tener en cuenta las consecuencias futuras que acarreará. 
Pero en muy contadas ocasiones, es precisamente la mano del hombre la que da lugar a paisajes de incomparable belleza sacados del mejor cuento de hadas. Me gustaría que la historia que os voy a contar fuera una historia romántica, o de loables caballeros ensalzando valores como la justicia y la lealtad. La realidad es bien diferente. La avaricia y el sometimiento son los protagonistas de este cuento.­
Varios siglos atrás, cuando los romanos campaban a sus anchas por estas tierras, se toparon con gentes que bateaban las aguas de los ríos en busca de un metal que tiene por sí solo la capacidad de sostener imperios y derrocarlos: el oro. La mayor explotación minera romana a cielo abierto acababa de nacer, Las Médulas.


Todavía a día de hoy queda mucho oro en esa zona de El Bierzo. Me resulta curioso escuchar muy de vez en cuando a algún iluminado que propone recuperar la extracción de oro, más ahora en época de vacas flacas. Ya dejando de lado que Las Médulas son patrimonio de la humanidad desde el año 1997, semejante empresa no sería rentable a día de hoy… ni hace más de dos mil años. Solo hace falta visitar el mirador de Orellán y hacer uso de la imaginación para completar las faldas de las montañas arrancadas a voraces mordiscos de las entrañas de la tierra, y percatarse de la faraónica obra de ingeniería necesaria para extraer el oro de sus tierras cobrizas. Entonces, ¿cómo consiguieron rentabilizar los romanos la mina?
Ante esta pregunta a muchos se le vendrá a la cabeza una mano de obra barata muy extendida por el imperio: los esclavos. La técnica de extracción es conocida como ruina montium. Acumulaban agua traída para tal menester desde el Teleno a varios kilómetros de distancia a través de una red de canales construida ex profeso para ello. Tras tallar en la tierra arcillosa una galería, descargaban de golpe el agua con efectos catastróficos. La avalancha de agua desmoronaba parte de la montaña y a sus pies se llevaba a cabo el proceso de lavado. De hecho, el lago de Carucedo, se dice que es  en realidad el resultado de las cantidades ingentes de agua que se utilizaron.
Todo este proceso para extraer de dos a tres gramos de oro por tonelada de tierra, vamos, una ruina. Obviamente, sólo el coste de mantener a los esclavos hubiera evaporado las ganancias. Además, en esa época de menos conquistas había menos esclavos. La solución fue permitir que los pueblos conquistados pudieran pagar sus tributos con mano de obra gratuita. Fueron los astures, habitantes por aquel entonces de estas tierras, los que llevaron a cabo la explotación durante dos siglos modelando de este modo el paisaje para la posteridad.


Cuando se abrió el debate para declarar Las Médulas patrimonio de la humanidad, varios países se pusieron en contra alegando que no se podía hacer tal concesión con un paraje que reflejaba de primera mano el mal que el hombre le puede causar a la naturaleza.  Estoy completamente de acuerdo, pero supongo que un paseo por sus idílicos caminos, rodeados de robles y castaños en algunos casos centenarios, terminaron por convencer al resto. A fin de cuentas,  se puede tomar también como ejemplo de que la naturaleza, por muchas trabas que le pongamos, termina abriéndose paso de forma irremediable.

No en vano, este embriagador paisaje ha sido capaz de cautivar a autores de la talla de Matilde Asensi, que en su novela Iacobus, no dudó en ocultar la mismísima Arca de la Alianza en su entramado de galerías subterráneas. En mi caso y a pesar de no formar parte de la trama, no pude dejar pasar la oportunidad de hacer referencia a este paraje en Amanece sobre Londres. De todas formas, si con su lectura consigo que un día os echéis la mochila al hombro y pongáis rumbo a la comarca de El Bierzo, espero que marquéis en el libro de ruta Las Médulas como uno de lugares indispensables a visitar. A buen seguro, vuestros sentidos os lo agradecerán.

domingo, 26 de octubre de 2014

Otoño en El Bierzo


Es mi estación predilecta del año en la comarca. Después de los calores del verano, uno ya casi desea que esa marea de tonos marrones inunde los campos, signo de que las temperaturas por fin se han suavizado.
Esta época viene precedida en El Bierzo por la festividad de su patrona: La Virgen de la Encina. Si uno se sumerge en su historia se percatará que hasta hace unos cuantos años, se celebraba coincidiendo con el equinoccio de otoño. Sin duda un rasgo que delata cierta herencia pagana en las fiestas religiosas actuales. En la actualidad su celebración se ha adelantado al 8 de septiembre, que aun siendo verano, ya obliga a tirar de chaqueta por las noches.
El Bierzo es un lugar de contrastes y sensaciones. Es precisamente en otoño cuando uno se puede dejar embriagar por sus olores y sabores. Para sus habitantes, marca el comienzo de un incesante trajín por los campos y montes. No hay mayor placer para los sentidos como dar un paseo por los numerosos pueblos con encanto que embellecen la comarca, como pueden ser Molinaseca o Cacabelos, y toparse de lleno con el cautivador olor dulzón de los pimientos asados. Desafortunadamente, cada vez quedan menos pimenteras en El Bierzo. Supongo que será el precio a pagar por el progreso. Pero no nos vamos a poner agoreros. También podemos dar un paseo por el monte y ver los viñedos salpicados por numerosas personas afanándose en recoger ese fruto que dará lugar al oro líquido tan apreciado por estas tierras.  Aunque en honor a la verdad, la calidad de la uva Mencía y las especiales características del clima por estos lares, están provocando que los caldos del Bierzo cada vez adquieran un prestigio mayor sobre todo en el extranjero; donde se han dado cuenta que hay un mundo por descubrir más allá de los Rioja y los Rivera.
Como suele ocurrir en este país, amantes de férreas costumbres y encarcelados en nuestros hábitos, tienen que ser los éxitos alcanzados en lugares como Estados Unidos de América o Alemania los que nos hagan apreciar nuestros tesoros.  Como es obvio, esto no sería posible sin el buen hacer de bodegas como Castro Ventosa, Estefanía, Peique o mi último descubrimiento personal, bodegas Merayo; capaces de aunar tradición y modernidad para crear caldos como Las Tres Filas, que bajo mi humilde punto de vista, es el mejor vino que he probado en los últimos meses. Si a esto unimos que sus viñedos están ubicados en los aledaños del llamado Camino de la Virgen en Villafranca del Bierzo, muy cerca de donde transcurre la acción de Amanece sobre Londres, pues… en este caso… tinto y en botella.
Pero no, no termina aquí este recorrido otoñal por mi tierra. En una próxima entrada os hablaré de una de las tradiciones más arraigadas en la zona. El magosto.

lunes, 6 de octubre de 2014

Avance del primer capítulo (part.7)

—Toc —transcurrieron unos segundos—, toc.
—¡Casey! ¡No es el mejor momento para olvidarte las llaves! —gritó Claudia.
El ruido de los cristales al caer fue silenciado por un fuerte trueno, como si alguien lo hubiera provocado para tal fin. Por el hueco que quedó en la puerta se coló una blanquecina mano que descorrió el cerrojo. Unos lentos pasos ascendieron por la escalera.
—¡Casey! —gritó de nuevo.
De repente, y a pesar de la rapidez con que todo sucedería, era como si el tiempo se hubiera detenido. Dejó de oír los truenos e incluso su propia voz, cuando una oscura figura apareció en el umbral de la puerta.
La pequeña Blanca se despertó con tanto alboroto. Frotándose los ojos, apoyó sus pequeños pies en el suelo y se dirigió al dormitorio de sus padres entre los destellos de los relámpagos que se colaban por las ventanas.
—No lo conseguirás.
Fue lo único que acertó a oír la niña aparte de los gritos. Cuando se asomó a la habitación se quedó paralizada.
En ese momento su padre la apartó de un empujón acompañado por el médico, después de subir a toda velocidad por la escalera.
—¡Claudia! —gritaba Casey después de ver que la puerta de entrada a la habitación había desaparecido.
La escena era dantesca, irreal, sacada de la peor de las pesadillas. Entraron en el dormitorio y vieron cómo una sombra atravesaba rápidamente la habitación encaramándose a lo alto de la ventana, giró la cabeza y miró fijamente a Casey, el cual se quedó petrificado unos instantes. Intentó atraparlo, pero aquella cosa de ojos centelleantes se precipitó al vacío. Se asomó rápidamente observando incrédulo cómo, en un cielo iluminado por los relámpagos, una figura con forma humana suspendida en el aire caía sobre su rodilla izquierda a unos cincuenta metros de la casa. Ante su sorpresa, se irguió y se perdió corriendo a la velocidad de un rayo en la oscuridad. Esa criatura había acaparado toda su atención de una forma hipnótica. Al girarse se dio cuenta de la magnitud de la tragedia cuando observó al médico dándole la vuelta al cuerpo inanimado de Claudia. Tenía unas tijeras clavadas en el pecho.
—¡Reaccione, tiene que ayudarme! —gritó el médico a la vez que sacaba un escalpelo—. ¡El niño todavía está vivo!
Blanca se encontraba en el umbral de la puerta entre sollozos. Los brazos de la hija de Tomás, que ya se había quedado a cargo de la pequeña en otras ocasiones, la alzaron del suelo hundiendo su cabecita sobre su pecho. Se revolvió para ver a su madre una vez más cuando la cabeza inanimada de Claudia se giró con los movimientos del médico.

Los ahora inexpresivos ojos de su madre la miraban fijamente. 

jueves, 25 de septiembre de 2014

Creer o no creer

Durante la escritura de la novela me he enfrentado a diferentes encrucijadas morales como describir escenas violentas repudiadas por la sociedad en general o hablar de temas en los que no creo. Quizás es el trago más amargo en la narración de una historia. No quiero lanzar ningún spoiler, así que me limitaré esta vez a una cuestión ampliamente conocida por todos. La religión.
Siempre me he declarado agnóstico. Quiero creer, pero la razón puede a las ganas. Todos conocemos o hemos oído hablar de esa parte de la historia que trata de ocultar, contra viento y marea, la Iglesia Apostólica de Roma respecto a la religión católica: La relación entre María Magdalena y Jesús, los evangelios apócrifos, la verdadera realidad de Judas... Avanzo que todos estos temas se abordan en la novela y creo que no descubro nada nuevo diciéndolo, más cuando no son parte de la trama en sí, sino que la complementan.  Tras estudiar a fondo alguna de la documentación existente, uno llega a identificarse con las historias que lee y llega a pensar en por qué no iba a suceder de ese modo. Pero esa afirmación implica creer en la religión, porque si das por hecho que esa versión es la correcta, por extensión también estás dando por hecho que existió un Jesús y compañía. Al final he llegado a la conclusión de que realmente existieron todos estos personajes y que debido a otros intereses damos por cierta la historia oficial que han querido transmitirnos.  Creo firmemente que Jesús fue un líder de su tiempo, pero de ahí a creer que mora los cielos, ya es una cuestión de Fe.
Estamos en pleno siglo XXI y la Iglesia sobrevive a base de captar nuevos fieles en países tercermundistas. ¿No sería más conveniente dejar de lado ese hermetismo que la caracteriza? En primer lugar los archivos Vaticanos deberían ser públicos, no en vano es parte de nuestra historia lo que contienen  y existen antecedentes de que guardarse la información no conduce a buen puerto.  Por no hablar de los valores que enaltecen, como el altruismo… En segundo lugar, la Iglesia debería abrirse un poco a los tiempos modernos. Por ejemplo con el tema de los métodos anticonceptivos, no solo por las enfermedades y muertes que acarrean no usarlos, sino porque este planeta es limitado y no dejamos de ser más y más personas sobre la faz de la tierra. Por supuesto no culpo de esto último a la religión, pero es un hecho que cuando lleguemos al punto de no retorno tocará encomendarse a Dios. Igual es lo que buscan.
No quiero con esto parecer en contra de la Iglesia puesto que estoy de acuerdo con muchos de los valores que predican y muchas labores que llevan a cabo, pero eso no significa que no se puedan hacer críticas constructivas y aportar diferentes enfoques. Sirva esto también de ejemplo a lo que decía en una entrada anterior, la ciencia, sí que ve con buena cara otros puntos de vista.

Volviendo a la novela, pido disculpas de antemano si algún creyente se siente ofendido por la narración. Le recuerdo que es solo un libro que pretende aportar un buen momento de ocio. Las conclusiones dependen única y exclusivamente del lector, que para eso Dios nos ha dado la capacidad de discernir entre los que nos interesa y lo que no. 

lunes, 15 de septiembre de 2014

Chartres (2ª parte)


Cuando pensamos en un laberinto a casi todos nos viene a la cabeza el pasatiempo de verano de una publicación cualquiera. ¿Pero qué ocurriría si te toparas con uno en un templo religioso? La verdad es que hoy en día no es habitual pensar en tal cosa, pero existe una catedral al norte de Francia que no solo alberga uno, sino que este es de varios metros de diámetro.  Y si su centro albergaba una placa con la representación del combate entre Teseo y el Minotauro, nos podemos ir haciendo a la idea de que ese lugar es muy especial.
Estoy hablando de la Catedral de Chartres. Como indicaba en el artículo anterior, a pesar de que el laberinto se encuentra semioculto entre un mar de sillas de madera que no permiten contemplarlo en todo su esplendor, rápidamente la duda nos asalta y nos hace preguntarnos qué demonios pinta eso ahí.
La respuesta es complicada y simple a la vez, pero estas están a la vista del más profano en la materia, desperdigadas por la catedral para aquel que observe con atención y sea capaz de atar todos los cabos. No voy a entrar en detalles, para eso tendréis que leer la novela, pero os haré un pequeño esbozo de la situación para poneros en antecedentes. Resulta paradójico que aquellos que dieron muerte a Jesús, fueran a la postre los culpables de la expansión en Occidente de la religión que predicaba. Para conseguir un mayor éxito en su tarea decidieron incorporar a las nuevas costumbres antiguas tradiciones cristianas. Es por eso que muchos templos cristianos se edificaron posteriormente sobre antiguos lugares sagrados para otros credos. Este también es el caso de la Catedral de Chartres, edificada en territorio sagrado celta.

Los laberintos se remontan a épocas muy tempranas en la historia de la humanidad. Este tipo de laberintos tienen un inicio y un final, con un único camino que los une, sin posibilidad de perderse. Son laberintos utilizados para la meditación. El camino a recorrer hasta el centro sirve para desligarnos del mundo material y prepararnos para entrar en el espiritual. En ese círculo central es donde se llevaba a cabo la meditación y una vez finalizada, se inicia el camino de vuelta hacia el exterior con un espíritu renovado. Al igual que Teseo, que entra temeroso en el laberinto para afrontar sus miedos y sale finalmente victorioso. La lucha con el Minotauro es una metáfora que representa esa batalla interior que todos llevamos dentro, es precisamente el laberinto el que nos ayuda a afrontar nuestros miedos.

En definitiva, el laberinto nos ayuda a crecer espiritualmente. Quizás, al igual que en las leyendas griegas, la resurrección de Jesucristo podría ser una metáfora de una resurrección espiritual que nos eleve a un estadio superior de conciencia. Si es así, entiendo por qué el laberinto de Chartres está completamente cubierto por sillas…

lunes, 8 de septiembre de 2014

Chartres (1ª parte)


Si existe una catedral que me ha sobrecogido en uno de mis viajes, esa es sin duda la de Chartres. Cada catedral es diferente y cada una tiene algún rasgo especial que la hace destacar sobre las demás. Da igual su fama o su tamaño. Sin ir más lejos, cerca de Ponferrada, las vidrieras de la Catedral de León enamoran a aquellos prestos a dedicarle unos minutos.
Pero bajo mi humilde punto de vista, es la de Chartres la que encierra una historia y misticismo especial.  De ahí que decidiera incluirla en mi relato Amanece sobre Londres.  A pesar de que en un principio me pareciera un tanto forzado hablar de ella en la novela, con el tiempo más convencido estoy de que era necesario.
No voy a hablar de sus vidrieras con su maravilloso color azul Chartres (a pesar de tener ahora mismo sobre la mesa un gráfico sobre ellas), ni voy a realizar una descripción arquitectónica o artística, que para eso ya existe extensa información. Voy a hablar de lo que me atrajo a este lugar y por qué razón no quedé tranquilo hasta visitarlo.
A pesar de haber cruzado el ecuador del mes de julio, era un día completamente otoñal. En el libro de ruta estaba planificado visitar esa mañana el Palacio de Versalles, pero yo tenía un plan oculto a los ojos de mi mujer para la tarde. Tras una larga espera a la intemperie, nos sumergimos en la marea de gente del interior del palacio para enfrentarnos con las hordas de turistas japoneses, los cuales se afanaban en conseguir una instantánea de todo aquello que fuera fotografiable.
Aun así conseguimos salir airosos y coger el tren en dirección a Le Mans, para apearnos en la localidad de Chartres. A paso acelerado y ante las súplicas de mi esposa por bajar el ritmo, me planté ante la catedral ansioso por entrar y llevarme un gran chasco. Estaba en obras y unos altos andamios cubrían parte del coro. A pesar de todo esta contingencia no fue capaz de minar mi moral, y rápidamente mis pupilas se dilataron para observar en todo su esplendor, lo que una gran cantidad de sillas intentaban hacer pasar desapercibido al turista despistado.
La Catedral de Chartres hunde sus raíces en leyendas celtas, griegas y merovingias, fuegos que redujeron a cenizas los templos anteriores y vidrieras que cuentan historias difíciles de digerir para una parte del catolicismo, pero visibles a fin de cuentas para aquél que tenga ojos para ver.  Astronomía, tradición y paganismo se aunaron en su construcción, dando como resultado un lugar mágico que te sobrecoge una vez en su interior.

Recuerdo que cuando era pequeño, remodelaron el paseo anexo al río Sil en Ponferrada, comúnmente conocido como el polígono o las huertas. En uno de sus extremos construyeron un laberinto, que recorrí una y mil veces. Desde entonces, siempre me han atraído y llamado lo atención, descubriendo que los laberintos eran un recurso habitual en antiguas construcciones, como la Catedral de Chartres. Entendí que existían dos tipos de laberintos: los enfocados a un simple pasatiempo en el que encontrar la salida es la meta, y aquellos en los que solo existe un camino posible que te limitas a recorrer sin plantear ningún tipo de desafío mental. O quizás si…

martes, 2 de septiembre de 2014

Lucy

Recientemente he acudido al cine a ver la nueva película de Scarlett Johansson y Morgan Freeman: Lucy. Antes de nada os avanzo que no hay ningún spoiler, es más, lo interesante está concentrado en su tráiler; el cual podéis visualizar al final de la entrada.
Es una pena que una película que prometía mucho finalmente se quede en agua de borrajas empezando por los actores. Voy a perdonar a Scarlett por motivos obvios, pero lo del Sr. Freeman ya es escandaloso. Por poner un ejemplo, si me ponen un corte de Lucy o Transcendence en el que aparezca, no sé si sería capaz de diferenciar al personaje.  Pero bueno, no pretendo ser ahora un experto crítico de cine.
Lo que realmente me llamó la atención es cómo los guionistas erran de lleno a la hora de elegir la trama principal sobre la que se articula el film, por no hablar de la cantidad de clichés que utilizan para darle una falsa consistencia que a veces consigue engañar al espectador, consiguiendo que este se sumerja en diferentes divagaciones de corte transcendental.
Retomando el hilo, la protagonista es utilizada como mula para transportar una nueva droga de diseño con la cual se intoxica. Esto provoca que su capacidad cerebral aumente rápidamente hasta el 100%. Y es aquí cuando llega el desliz, en el momento en el que el personaje de Morgan Freeman sube al estrado de una concurrida aula y asegura que solo utilizamos un 10% de nuestra capacidad cerebral.  Por supuesto, al igual que en Amanece sobre Londres, cada uno es libre de articular una trama de la forma que estime oportuno, que para eso son obras de ficción; pero quería llamar la atención en cómo la gente es propensa a creer en la pseudociencia, tal y como expliqué en una entrada anterior.
La realidad es que utilizamos el 100% de nuestro cerebro. Lo del 10% es tan solo un mito que la gente ha asimilado como verdadero, pues solo hay que ver las consecuencias de que una pequeña zona resulte dañada. Lo que sí es cierto es que no sabemos ni la forma ni el modo en que funciona nuestro cerebro. A pesar de los avances tecnológicos, considero que es el único órgano que escapa todavía al conocimiento de la ciencia y que puede que este no llegue a un mísero 1%. No sé si en un futuro seremos capaces de desarrollar las habilidades de la protagonista de la película o de Tomás, uno de los protagonistas de la novela. Puede que debido a la evolución, dentro de unos cuantos millones de años, se den las debidas mutaciones que nos permitan desarrollar destrezas hasta ahora solo imaginables en un mundo cuántico. O puede que la ciencia nos posibilite en tan solo unas décadas poseer supercerebros con ayuda de la nanotecnología. Sea como fuere, no nos queda más remedio que asumir nuestras limitaciones en un universo, que a pesar de nuestra propia idiosincrasia, de momento nos sigue quedando muy grande. Mientras tanto podemos dejar volar la imaginación gracias a directores, actores, artistas en general y escritores, en algunos casos nóveles como yo, que simplemente buscan hacer pasar un rato ameno.


sábado, 30 de agosto de 2014

El demín de Paraxís

Existe en El Bierzo una pequeña ermita que alberga una talla singular. Además de toda la parafernalia propia de una iglesia, contiene una pequeña figura que hace estremecer cuando la observas detenidamente.
Apartado de la civilización y ya en la frontera con Galicia, el camino que lleva al pueblo de Paraxís te puede poner de los nervios.  Si no estás acostumbrado a las carreteras de la zona, su estrechez y los altos desfiladeros por la que transcurre, te aconsejo que no mires por la ventanilla para evitar una terrible sensación de vértigo. Vértigo solo compensado con el esplendor de su paisaje ya que el  camino asciende por una carretera rodeada de frondosa vegetación, sobretodo castaños, y unas vistas sin igual.
Justo al llegar al desvío hacia el pueblo, nuestros sentidos se pondrán a prueba una última vez. La sensación de precipitarte al vacío hará que sujetes con fuerza el volante, y una vez salvado este escollo, comprobarás cómo la carretera se estrecha aún más precipitándose en un pronunciado descenso en el que te encomendarás a todos los santos para no encontrarte con otro vehículo en sentido contrario.
Es recomendable estacionar a la entrada del pueblo y dar un pequeño  paseo hasta la ermita. Así se podrá disfrutar de la arquitectura típica de la zona, del paisaje con sus castaños centenarios, y tener la oportunidad de encontrarte con algún vecino que te pueda abrir la ermita o contarte alguna de las leyendas sobre o demo. Hasta hace poco, se podía observar la talla desde el exterior, pero ahora con la nueva reforma no es posible. Con lo cual si no conseguimos que nos abran el viaje habrá sido en balde salvo por el disfrute de la naturaleza que nos rodea.
Por el contrario, si conseguimos entrar, nos encontraremos con un altar presidido por el Ángel de la Guarda (curioso que la ermita esté consagrado a él) y a su derecha una pequeña talla negra, de orejas puntiagudas y guadaña en mano; sus alas rotas nos dejan entrever su ajetreado pasado. Leyendas como la de tres hombres que cegados por el alcohol, lo sacaron en procesión y tras un raro incidente con la talla, murieron en los meses sucesivos en extrañas circunstancias. Por eso cuando miras fijamente a la talla, puedes atisbar una pequeña sonrisa burlona que te hace desear con cada una de las células de tu cuerpo abandonar el lugar.
Tal y como voy desgranando poco a poco, se puede entrever que la comarca de El Bierzo es un lugar prolífico en leyendas y tradiciones, caldo de cultivo para que alguien lo suficientemente trastornado y enamorado de su tierra, le dé por escribir una novela para aunarlas en una trama fantástica como es Amanece sobre Londres.





miércoles, 27 de agosto de 2014

Avance del primer capítulo (part.6)

Jennifer se encontraba en su despacho discutiendo con su compañero sobre uno de los casos que traía de cabeza a la sección de homicidios. En ese momento un oficial llamó a la puerta y asomó la cabeza por ella.
—Disculpen por la interrupción, pero la señorita relacionada con el caso de suicidio de esta noche está aquí.
—¡Qué hace que no está ya delante de mí! —gritó. La cara que puso el oficial hizo que se percatara de que había sido un tanto descortés y se disculpó—: Lo siento, Ken, nos ha pillado en un mal momento.
—No se preocupe —dijo con una sonrisa nerviosa el oficial—. Ahora la hago pasar.
Lejos de sorprenderse por la fría contestación inicial de la inspectora, el oficial se sentía más bien turbado. Cerró la puerta y se fue encantado de que la guapa inspectora hubiera tenido el detalle de disculparse con él. Jennifer, a pesar de haber superado la barrera de los cuarenta años, era una mujer soltera muy atractiva, unas veces morena, otras castaña, que no hacía nada por ocultar su feminidad en un mundo de hombres. Solía contestar utilizando la ironía, como si de un universitario siempre pensando en sexo se tratara. Además, su forma de vestir con falda y tacón alto unido a su fuerte carácter hizo que se granjeara fama de femme fatale en la comisaría.
—¿Inspectora Jennifer? —preguntó con un tono neutro al entrar en la oficina.
—Buenos días. Es usted la ayudante del forense, ¿verdad?
—Sí —quería ser cauta y no hablar más de la cuenta.
—Este es el subinspector Anthony. Siéntese por favor —le pidió la inspectora educadamente.
—¿Y bien? —preguntó nerviosa, pues no podía evitar sentir cómo la mirada de Jennifer se clavaba en sus ojos. No terminaba de acostumbrarse a esa extraña sensación cada vez que una persona los veía por primera vez. Era como si se tomaran la libertad de descorrer una cortina y echar una ojeada en lo más profundo de su ser.
—Supongo que Pol ya le habrá enseñado el cadáver —le dijo Jennifer contrariada.
—Vengo de allí; pero verá, Jennifer —remarcó el nombre—, no sé en qué puedo ayudarla. Es la primera vez que veo a ese tipo.
—No se anda con rodeos —dijo Anthony dirigiéndole una mirada inquisitiva—. Verá, señorita, tenemos un caso aparentemente fácil entre manos. Su padre nos ha dicho que es un caso de suicidio.
—Estoy de acuerdo —afirmó la forense fríamente respaldando las conclusiones de Pol.
—Pero la escena del crimen dice lo contrario.
El hombre optó por un tono un tanto teatral.
—¿Crimen? —preguntó con fingida sorpresa mientras volvía la vista hacia la inspectora. Tal y como le había comentado a Pol tras ver el cuerpo, algo le decía que no se trataba del típico suicidio.
—Eso indican las pruebas —afirmó Jennifer—. Hemos interrogado al recepcionista de la pensión. El fallecido entró corriendo, pidió apresuradamente las llaves de la habitación y no esperó ni por el ascensor. A menos que tuviera prisa por terminar con su vida, no me parece la típica conducta de un suicida. Esto despertó las sospechas del recepcionista, que después de llamarle por teléfono y tras conseguir entrar en la habitación nos avisó.
—No sé por qué me están contando todo esto. Como les he dicho antes, no conocía a ese tipo —entendía adónde querían llegar los policías y se desvinculó inmediatamente de la víctima.
—¿Le dice algo el nombre de Jacobo Vidal, de nacionalidad española? —preguntó Anthony.
Notó desde el inicio de la conversación que los policías se turnaban para hablar y así tratar de desorientarla. Ella negó con la cabeza. Empezaba a sentirse incómoda. Era lo más parecido a un interrogatorio que había vivido nunca. Sentía algo en Jennifer que le daba confianza: de hecho ya había oído hablar bastante bien de ella en el juzgado. Pero ese tal Anthony tenía un rostro imperturbable, siempre con la misma expresión, lo cual la ponía nerviosa. Sin duda parecía ocultar algo y eso no le gustaba. Entonces decidió tomar la iniciativa ante el silencio que se produjo en el despacho, solo roto por el bullicio del resto de la comisaría.
—¿Podrían decirme por qué ese tipo llevaba una hoja del listín telefónico con mi nombre marcado? Si lo conociera, yo misma le habría dado mi teléfono.
—Esa es una de las razones por las que no hemos descartado el asesinato —dijo Jennifer ocultando su sorpresa. Supuso que se lo habría dicho su padre—. Ese hombre se traía algo entre manos, no creo que decidiera suicidarse de un día para otro. También me gustaría saber qué tiene que ver una forense en todo esto.
—Le ruego que si tiene algo que decirme me lo diga ya —le recriminó.
—Está bien, márchese. Le aconsejo que en los próximos días no salga de la ciudad. Volveremos a llamarla en cuanto avance la investigación —Jennifer parecía contrariada por la actitud de la forense.
—Genial —murmuró.
—¿Decía algo, señorita? —preguntó Anthony.

Me acaban de joder las vacaciones —recogió el casco y se fue.

martes, 26 de agosto de 2014

Tradición en Villafranca del Bierzo.

A Festa dos Maios es quizás una de las pocas tradiciones paganas que sobreviven en la comarca de El Bierzo y que también forma parte de mi primera novela Amanece sobre Londres. Es una festividad que hunde sus raíces en los ritos de fertilidad que se practicaban en numerosos lugares durante el equinoccio de primavera. La fecha ha ido cambiando con el paso de los años, pero básicamente el ritual ha perdurado intacto.
Se trata de celebrar la llegada de la primavera mediante un ritual de petición a los espíritus vegetales, para que favorezcan la fertilidad del lugar. Ese día, temprano, los mozos de la villa se dirigen al bosque a cortar las ramas de cañaveiras para vestir al Mayo; que es el nombre que reciben los niños que son cubiertos con ellas. A las doce en punto del mediodía desfilan desde varios puntos de la villa, formando maiadas, hasta encontrarse en la plaza. Durante el trayecto los tumban y los levantan como metáfora de la llegada a su fin del invierno y el renacer de la primavera. Mientras desfilan, entonan una canción a las mujeres de los balcones y dependiendo de si hay recompensa o no, por lo general castañas o nueces, cantan una estrofa u otra.


Marzo airoso abril chuvisnoso, sacan o maio florido y hermoso…
Entra maio con sus flores, sale abril con sus amores…
Tire castañas señora María, tire castañas que ten na cociña…
Esta casa é de losa, onde vive unha roñosa.

Esta casa é de cristal, onde vive un xeneral.

domingo, 24 de agosto de 2014

El miedo.

Esa sensación que nos estremece y pone todos nuestros sentidos alerta. Vinculado a nuestro subconsciente desde el mismo momento en que surgió la conciencia como mecanismo de defensa. Esa angustia o aprensión que siente el ser humano cada vez que se siente amenazado por un peligro o por otra persona. El miedo puede llegar a anular nuestra facultad de decisión y raciocinio llevándonos a comportamientos de los que nunca nos creeríamos capaces. Intolerancia, egoísmo, violencia, racismo, insolidaridad… Son algunos de los comportamientos que intentamos desterrar de nuestro ideario particular de puertas hacia dentro, pero que desafortunadamente, en la sociedad actual se siguen dando. El miedo también es una efectiva arma política y de marketing. Al final de la entrada os dejaré un fragmento del documental Bowling for Columbine (de obligada visión) donde nada más y nada menos el cantante Marilyn Manson lo explica perfectamente.
En Amanece sobre Londres también se aborda este tema entre otros. La motivación que me ha llevado a escribir hoy sobre el miedo, es la similitud de uno de los pasajes del libro con un tema tan candente y preocupante estos días como es el Ébola.  En un momento determinado se explica el estado de alarma que se generó con la gripe A, cuando la gripe común se cobra un mayor número de víctimas al año. Resultado, miles de vacunas a la basura. Seguro que la farmacéutica encargada de producirlas todavía se está frotando las manos. Un ejemplo de cómo con el miedo, se pueden incrementar las ventas.
¿Es lo que está ocurriendo en España los últimos días una maniobra política? Nada como provocar un estado de alarma en la sociedad para desviar el foco de atención de otros temas más acuciantes de nuestro país, más cuando parece que el desconocimiento sobre su contagio es amplio. Esta sería su vertiente más política y desde luego desconozco si habrá sido esa la intención. Pero lo que resulta curioso es cómo un virus tan mortífero como el Ébola, sigue campando a sus anchas y los países más avanzados no han intentado hacer nada para confinarlo en una sala de aislamiento de algún laboratorio, como puede ser el virus de la Viruela en su día.

De una manera u otra nunca olvidaré cuando mi profesor de biología nos explicó  sus efectos en el instituto. Una sensación de angustia invadió todo mi ser, mi cuerpo se estremeció y un sentimiento primario comenzó a surgir desde lo más profundo de mi ser… El miedo.



viernes, 22 de agosto de 2014

Avance del primer capítulo (part.5)

Esa noche se puso de parto. El destino quiso que fuera la misma noche en que cumplía treinta y tres años cuando naciera también su hijo.
La tormenta había empeorado, una densa capa de nubes cubría el pueblo dándole un aspecto tenebroso con cada relámpago. Una maraña constante de sonidos procedía de todos los rincones del lugar: ramas agitándose, ventanas mal cerradas, plásticos de los invernaderos serpenteando con el viento… Los únicos que permanecían en silencio eran los animales. Incluso la mascota de la familia se había refugiado debajo de una de las camas sin dar un solo ladrido, como era habitual en estas situaciones.
No se oía nada al otro lado de la línea. Por más que Casey lo intentaba mientras sujetaba cariñosamente la mano de Claudia, no recibía respuesta alguna. Claudia no se podía mover, debido a que las contracciones eran continuas y hacían que se retorciera de dolor. Sin pensárselo dos veces, besó la sudorosa mejilla de Claudia y se precipitó escaleras abajo. Se puso el chubasquero y, sumergiéndose en la fuerte tormenta, se fue a buscar al médico del pueblo. El alumbrado de la calle no funcionaba. Se abría paso entre las fuertes rachas de viento y lluvia ayudado por una pequeña linterna. Unos metros antes comenzó a gritar el nombre del médico pidiendo ayuda. Llegó a la puerta y la aporreó hasta que un hombre menudo la abrió con un viejo candil en las manos.
—¿Qué ocurre? —preguntó Tomás entrecerrando los ojos en un intento de reconocer a quien tenía delante.
—¡Rápido, es Claudia, está a punto de dar a luz!
Tomás, acostumbrado a estos menesteres, se calzó las botas que tenía preparadas a la entrada y se echó el abrigo sobre el pijama. Con un fuerte grito llamó a su hija de catorce años para que lo ayudara.
—¡Es en casa de los Evans! ¡Yo voy yendo, es un parto!

Cogió su maletín de urgencias y ambos se adentraron corriendo en la oscuridad de la desagradable noche.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Las siete Vírgenes de El Bierzo

Para la documentación reuní diferentes leyendas que siguen vivas en el imaginario popular como el culebre, las procesiones de ánimas, el cuerno de alicor o quizás la más conocida en El Bierzo: La leyenda de las siete hermanas. No se trata de una leyenda exclusiva de esta comarca y la verdad es que es compartida con otros lugares adaptándola cada cual a sus costumbres, pero en mi caso sirvió de inspiración para la llegada de Donato a nuestras tierras acompañado de sus hijas.  Os dejo con ella para vuestro disfrute.


     Cuentan los lugareños la leyenda que en tiempos a los que ya casi no se remonta la memoria, siete hermanas se dirigían a Santiago en peregrinaje. Al pasar por los Montes Aquilanos se sentían tan cansadas que decidieron sentarse en una fuente a descasar y refrescar los pies a la más pequeña, que debido a su edad sufría acusadamente los rigores del camino.
     Mientras la mayor atendía a la pequeña, el resto de las hermanas, hartas de las llanuras que dejaban tras de sí, decidieron ir a echar una ojeada a los impresionantes parajes que las rodeaban. Altas montañas y verdes campos deleitaban su vista. Llevadas por la emoción se tiraron colina abajo rodando, danzando y cantando, mas cuando se quisieron dar cuenta se hallaban perdidas sin poder verse entre sí.
     Cuando la hermana mayor, que las guiaba por el camino, se percató de la desaparición de sus hermanas era ya demasiado tarde. Gritó sus nombres, y al recibir solamente por respuesta el eco de su voz decidió ir en busca de las otras. Pidió a la pequeña que esperará en la fuente para poder avanzar más rápido. Tras varias horas sin éxito, decidió volver a recogerla.
     Cuál fue su sorpresa cuando regresó y encontró la fuente solitaria. Fruto de la desesperación corrió colina abajo hasta toparse con un pastor que cuidaba de su rebaño. Entre lágrimas le contó lo sucedido y este le recomendó subir a la montaña más alta de lugar para intentar divisar a su hermanas.
     Una vez en la cima intentó una y otra vez encontrarlas sin resultado. Presa del pánico se arrodilló entre sollozos y rogó a Dios que le permitiera verlas para reunirlas de nuevo. Sus plegarias fueron escuchadas y pudo verlas una por una pero sin que el resto pudieran verse entre ellas.
     La pequeña estaba peinándose tranquilamente en un lugar llamado Valdescallos. Se había escondido tras la fuente pensando que sus hermanas la habían dejado atrás por no poder seguir el ritmo del resto. La segunda estaba subida en una peña desde donde observaba todo el valle. La tercera al pie de un río llamado Valdeprado. La cuarta en un lugar que respondía al nombre de Fombasallá. La quinta a las orillas del rio Cúa, al pie del castro Bergidum. La sexta se encontraba en el centro del valle encaramada a lo alto de una encina intentando buscar al resto de sus hermanas.
     La hermana que hacía de guía las llamó, pero estas respondieron que preferían quedarse rodeadas de tan bellos paisajes hasta que Dios quisiera dar testimonio de fe a los hombres y mujeres del lugar. El señor les concedió su deseo dejándolas en el lugar en el que se encontraban, para que quien diera con ellas les levantara una ermita y un altar.

     La Virgen de la Guiana, la guía, fue encontrada por unos campesinos de Ferradillo en lo alto del pico que lleva su nombre, la bajaron al monasterio de San Pedro de Montes y le hicieron una ermita que se caía nada más finalizarla. El abad del monasterio entendió que la virgen quería descansar en lo alto de la montaña y levantaron allí la ermita.
     La Virgen de los Escallos apareció en la fuente que le da nombre. En ese mismo lugar le hicieron una ermita, pero antes de finalizarla también se venía abajo. Los habitantes del lugar pensaron que era debido a que se veía desde La Guiana y la Virgen no quería ser vista por ninguna otra de sus hermanas. Le levantaron otra más oculta y que pasara desapercibida. A esta Virgen se la conoce por su humildad y no gusta de romerías.
     A la Virgen de la Peña la hallaron unos pastores en lo alto de una peña. Exultantes de alegría, la bajaron a Congosto, donde lo vecinos la colocaron en el principal altar de la iglesia del pueblo. A la mañana siguiente cuando se corrió la voz del hallazgo, decenas de personas se agolpaban en la puerta de la iglesia para verla, pero cuando abrieron la puerta había desaparecido. Al cabo de un tiempo la volvieron a encontrar en la peña donde apareció y comprendieron que la Virgen, al igual que la Virgen de La Guiana, prefería estar en la peña y le hicieron allí mismo una ermita.
Cercano al arroyo de Valdeprado se toparon unos vaqueiros la quinta de las tallas. Desconocían a que imagen correspondía la Virgen, y en pleno verano, cuando discutían sobre el tema, los campos se tiñeron de blanco. En ese mismo lugar levantaron la ermita de la Virgen de las Nieves.
     Con la sexta no hubo dudas, encontrada en un recoveco entre una maraña de raíces de sauces, todos coincidieron en que se trataba de la Virgen de las Angustias. Al ser rescatada de ese lugar claustrofóbico, la Virgen se dejó levantar una bella ermita por los vecinos del pueblo de Cacabelos. A pesar de todo la virgen extrañaba el murmullo de la corriente del río Cúa, y anegaba con sus aguas de vez en cuando el templo.

     Por último, la Virgen de la Encina, fue encontrada fruto del azar cuando unos caballeros templarios cortaban leña en un encinar cercano a Ponferrada. Construyeron una ermita en su honor, que poco tiempo después fue ampliada a santuario por el fervor que despertaba entre los habitantes de la comarca.

lunes, 18 de agosto de 2014

La plaga de la pseudociencia

Es curioso cómo en pleno siglo XXI la gente es propensa a creer en todo aquello cubierto por un falso velo de ciencia. Es lo que se denomina pseudociencia. En ella podemos englobar cosas tan diversas como la astrología, abducciones o numerosas teorías conspiratorias.
El proceso científico es un proceso lento y tedioso en el que los resultados tienen que estar avalados, ser reproducibles y lo que es más importante si cabe: que sean susceptibles de ser refutados. No sé si será culpa del sistema educativo, de los medios de comunicación o de nuestra incapacidad y comodidad para darnos cuenta de la dificultad y esfuerzo que entraña el método científico. Pero para mí, los científicos son los verdaderos héroes del mundo en el que vivimos. Capaces de errar en sus razonamientos y no aferrarse a ellos por orgullo, comenzando una y otra vez hasta dar con una hipótesis valida. Abiertos a cualquier nueva idea, aunque choque frontalmente con su trabajo y capaces de encajar las críticas hacia los resultados del mismo. Todo ello exige una gran dedicación y esfuerzo que muchas veces no se transmite al gran público. Sus descubrimientos son comunicados con premura, pero no se ahonda en cómo se han conseguido esos avances que en muchos casos salvan vidas, dando una falsa sensación de facilidad e inmediatez.
Características que por otro lado sí posee la pseudociencia. Uno de los ejemplos más extendidos hoy en día es la creación de la especie humana por extraterrestres. Dejando de lado las grandes posibilidades literarias de la idea, desde el punto de vista científico resulta absurda. Da una respuesta fácil a todos aquellos que no quieren embarcarse en el estudio de la teoría de la evolución y aluden entre otras cosas a la cantidad de coincidencias que deberían darse para la creación de la vida en la tierra de forma espontánea. Les supone un gran esfuerzo pararse a pensar en el elevado número de posibilidades existentes debido a la infinidad del universo entre otras cosas. Como este ejemplo podría enumerar otros que se pueden leer día tras día en la prensa. Ritos de curación, satánicos, amorosos, en busca de la riqueza… Sinceramente, no puedo llegar a comprender cómo hoy en día una madre prefiere implorar a su dios a llevar a su hijo al médico. A fin de cuentas, unos comportamientos más dignos de la edad media que de la época en la que vivimos.
Tras afrontar este tema a grandes rasgos, comprenderéis la necesidad que suponía para mí dotar los hechos fantásticos que aborda la novela de cierta base científica, de forma que generen la sensación al lector de que algún día podrían ser realizables. Convertí en mi mantra particular una de las tres leyes de Arthur C. Clarke: Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. Entonces comencé a moverme entre dos aguas, la ciencia y la pseudociencia, rebasando sus fronteras en más de una ocasión. Finalmente creo que el resultado ha sido satisfactorio y que mi trabajo conseguirá dar alas a la imaginación del lector.


viernes, 15 de agosto de 2014

Avance del primer capítulo (part.4)

—Una lástima —pensó en voz alta.
Pol dio un respingo al cerrarse la puerta, absorto en la redacción de uno de los expedientes del día anterior. Un chiquillo víctima de una conductora ebria.
—Lo que es una lástima es que todavía no esté en dirección a la costa para coger mañana el ferry. —A diferencia de Pol, había aprendido a realizar su trabajo sin dejarse llevar por las circunstancias que envolvían la autopsia.
—Nadie te impide partir en cuanto veas el cuerpo, pequeña.
—Eso haré —respondió dirigiéndose a las taquillas, donde se puso rápidamente una bata—. ¿Piensas enseñármelo ya o debo esperar a que termines el informe?
—Está en la 304.
Tenían numeradas las cámaras frigoríficas como si de un hotel se tratara: el primer dígito era el nivel, en este caso el superior, y los dos siguientes el orden de izquierda a derecha.
Entró en la sala de autopsias. Era una habitación de unos ochenta metros cuadrados, escrupulosamente limpia, de paredes blancas y con seis mesas de frío acero en el centro de la estancia. La iluminación no ayudaba a mejorar la calidez del lugar, si es que esto era posible. Se limitaba a unos fluorescentes y unas lámparas de pie al lado de cada mesa. Dos estaban ocupadas, reposaban dos cuerpos inertes dentro de sendas bolsas negras que esperaban pacientemente su turno. Se dirigió hacia ellos y ojeó las etiquetas que colgaban de la cremallera. Una mujer asesinada y un anciano que debía de llevar muerto un par de días en su casa. Se dio media vuelta y se dirigió al panal que formaban las cámaras una a continuación de la otra. Abrió la puerta con un sonido sordo y deslizó la camilla hacia fuera. Pudo contemplar el cuerpo de un hombre caucásico, fornido y con unos rasgos que le resultaban vagamente familiares. Observó más detenidamente el cadáver y se fijó en las descuidadas puntadas de su enorme cicatriz en forma de doble «Y». Pol era un gran forense, pero una vez realizado el examen se apresuraba a cerrar el cuerpo sin poner mucho empeño en ello. Como solía decir: en unos meses ni se le notará. Típico humor británico. En ese momento se abrieron las puertas automáticas y entró en la sala con el expediente del desconocido bajo el brazo y una tarjeta en la mano.
—Ábrele los ojos: comprenderás por qué te he hecho venir.
Se colocó un guante de látex en la mano. No tenía ningún reparo en hacerlo sin ellos, pero el cuerpo era parte de una investigación abierta y no podía arriesgarse a contaminarlo. Era habitual que se procediera a un segundo examen durante el transcurso de las pesquisas policiales. Colocó sus dedos pulgar e índice sobre cada uno de los párpados y se dispuso a descubrir sus ojos.
Notó como se le erizaba el vello de los brazos, y un escalofrío la recorrió de un extremo a otro. Por primera vez desde aquella primera clase de anatomía, se quedó paralizada. Un vago recuerdo se apoderó de su cabeza al ver sus mismos ojos en otra persona totalmente desconocida para ella. Se dio cuenta de que aquellos ojos inertes los tenía grabados a fuego en lo más profundo de su conciencia, en un lugar cercano al olvido, donde los había desterrado muchos años atrás.
—Me gustaría saber cuántas probabilidades hay de ver dos personas con idéntico color de ojos en el mismo día —dijo Pol.
—Dices que llevaba mi nombre en uno de sus bolsillos, ¿no?
—Así es; de hecho la sargento que lleva el caso me ha dado esta tarjeta. Quiere que te pongas en contacto con ella para hacerte unas preguntas.
—¿Sobre qué? Es la primera vez que veo a este tipo.
—Bueno, podría llegar a pensar que el hecho de que tenga tus mismos ojos fuera una caprichosa casualidad.
—¿Pero?
—Pero lo de la página en el bolsillo solo tiene una explicación. Evidentemente este hombre quería contactar contigo, pequeña.
—¿Qué querría de mí un completo desconocido?
—Habla con la sargento. ¿Cómo dijo que se llamaba? ¿Jennifer? Déjame la tarjeta: eso es, Jennifer. Habla con la inspectora Jennifer —corrigió Pol—: seguro que en los próximos días comenzarás a tener respuestas.
No podía apartar los ojos del cadáver. Se preguntaba quién sería ese tipo y qué hacía ahí tumbado, lo que hizo que se diera cuenta de que no le había preguntado a Pol la causa de la muerte. Levantó la vista y, como tantas veces solía hacer Pol, este se adelantó a lo que estaba pensando. Era una cosa que la irritaba, ya que odiaba que la conociera tan bien.
—Suicidio. Dale la vuelta a los brazos y verás los cortes de las muñecas.
—Los hombres suelen utilizar armas de fuego —dijo ella mientras examinaba el reverso de uno de los brazos—. No son unos cortes muy limpios que se diga.
—Así es. Por lo que me ha dicho la inspectora, se los hizo con un simple cuchillo de plástico en el baño de la habitación de su hotel. Es como si hubiera utilizado lo primero que encontró para hacerlo.
—Normalmente la gente planifica bien su suicidio de forma que parezca lo más trágico posible, con notas de despedida y todo eso.
—Estoy de acuerdo. De no ser por la dirección y profundidad de los cortes, descartaría el suicidio.
—¿Lo has reflejado en el informe para la policía?
—No. Yo simplemente examino el cadáver, pequeña: las conjeturas se las dejo a ellos.

Cerró la bolsa, no sin antes echar un último vistazo a los ojos, e introdujo el cadáver de nuevo en la cámara de refrigeración.