Un blog para presentaros mi primera novela y compartir mis opiniones, experiencias e inquietudes con vosotros. Amanece sobre Londres relata dos historias paralelas en el tiempo, una en el siglo IV y otra en la actualidad contra un mismo enemigo: Luzbel. El destino de sus personajes se decidirá antes de la salida del sol, tras una frenética carrera a través de las calles de la capital británica.

 

lunes, 10 de noviembre de 2014

Las Médulas






Por desgracia en los últimos tiempos nos hemos acostumbrado a observar impávidos, cómo el hombre modifica su entorno para adaptarlo a sus necesidades, sin tener en cuenta las consecuencias futuras que acarreará. 
Pero en muy contadas ocasiones, es precisamente la mano del hombre la que da lugar a paisajes de incomparable belleza sacados del mejor cuento de hadas. Me gustaría que la historia que os voy a contar fuera una historia romántica, o de loables caballeros ensalzando valores como la justicia y la lealtad. La realidad es bien diferente. La avaricia y el sometimiento son los protagonistas de este cuento.­
Varios siglos atrás, cuando los romanos campaban a sus anchas por estas tierras, se toparon con gentes que bateaban las aguas de los ríos en busca de un metal que tiene por sí solo la capacidad de sostener imperios y derrocarlos: el oro. La mayor explotación minera romana a cielo abierto acababa de nacer, Las Médulas.


Todavía a día de hoy queda mucho oro en esa zona de El Bierzo. Me resulta curioso escuchar muy de vez en cuando a algún iluminado que propone recuperar la extracción de oro, más ahora en época de vacas flacas. Ya dejando de lado que Las Médulas son patrimonio de la humanidad desde el año 1997, semejante empresa no sería rentable a día de hoy… ni hace más de dos mil años. Solo hace falta visitar el mirador de Orellán y hacer uso de la imaginación para completar las faldas de las montañas arrancadas a voraces mordiscos de las entrañas de la tierra, y percatarse de la faraónica obra de ingeniería necesaria para extraer el oro de sus tierras cobrizas. Entonces, ¿cómo consiguieron rentabilizar los romanos la mina?
Ante esta pregunta a muchos se le vendrá a la cabeza una mano de obra barata muy extendida por el imperio: los esclavos. La técnica de extracción es conocida como ruina montium. Acumulaban agua traída para tal menester desde el Teleno a varios kilómetros de distancia a través de una red de canales construida ex profeso para ello. Tras tallar en la tierra arcillosa una galería, descargaban de golpe el agua con efectos catastróficos. La avalancha de agua desmoronaba parte de la montaña y a sus pies se llevaba a cabo el proceso de lavado. De hecho, el lago de Carucedo, se dice que es  en realidad el resultado de las cantidades ingentes de agua que se utilizaron.
Todo este proceso para extraer de dos a tres gramos de oro por tonelada de tierra, vamos, una ruina. Obviamente, sólo el coste de mantener a los esclavos hubiera evaporado las ganancias. Además, en esa época de menos conquistas había menos esclavos. La solución fue permitir que los pueblos conquistados pudieran pagar sus tributos con mano de obra gratuita. Fueron los astures, habitantes por aquel entonces de estas tierras, los que llevaron a cabo la explotación durante dos siglos modelando de este modo el paisaje para la posteridad.


Cuando se abrió el debate para declarar Las Médulas patrimonio de la humanidad, varios países se pusieron en contra alegando que no se podía hacer tal concesión con un paraje que reflejaba de primera mano el mal que el hombre le puede causar a la naturaleza.  Estoy completamente de acuerdo, pero supongo que un paseo por sus idílicos caminos, rodeados de robles y castaños en algunos casos centenarios, terminaron por convencer al resto. A fin de cuentas,  se puede tomar también como ejemplo de que la naturaleza, por muchas trabas que le pongamos, termina abriéndose paso de forma irremediable.

No en vano, este embriagador paisaje ha sido capaz de cautivar a autores de la talla de Matilde Asensi, que en su novela Iacobus, no dudó en ocultar la mismísima Arca de la Alianza en su entramado de galerías subterráneas. En mi caso y a pesar de no formar parte de la trama, no pude dejar pasar la oportunidad de hacer referencia a este paraje en Amanece sobre Londres. De todas formas, si con su lectura consigo que un día os echéis la mochila al hombro y pongáis rumbo a la comarca de El Bierzo, espero que marquéis en el libro de ruta Las Médulas como uno de lugares indispensables a visitar. A buen seguro, vuestros sentidos os lo agradecerán.