Un blog para presentaros mi primera novela y compartir mis opiniones, experiencias e inquietudes con vosotros. Amanece sobre Londres relata dos historias paralelas en el tiempo, una en el siglo IV y otra en la actualidad contra un mismo enemigo: Luzbel. El destino de sus personajes se decidirá antes de la salida del sol, tras una frenética carrera a través de las calles de la capital británica.

 

sábado, 20 de diciembre de 2014

Independencia y memoria


 

“El que bebe de las fuentes del pasado,
siempre estará sediento”

Con esta cita comienza Amanece sobre Londres, y ahora que muchos de vosotros ya tenéis el libro, me gustaría explicaros el porqué.
Cerca del pueblo dónde me crié, Cubillos del Sil, se encuentra el Pantano de Bárcena, el cual oculta un pequeño puente romano además de los pueblos que se ahogaron bajo sus aguas. Cuando el nivel alcanza cotas mínimas, la gente acude en tropel a verlo. Algo por un lado normal, dado que la última vez que se pudo ver llevaba casi veinte años sumergido.  Pero por otro lado me resulta curioso observar cómo hace unos años, sobre todo los de la década de los noventa y quizás debido a los avances tecnológicos (internet); la gente se afanaba por abrazar cualquier idea cosmopolita que la ayudara a diferenciarse de los demás y no quedarse estancados en el pasado. Estar a la última era lo más importante.  Sin embargo en los últimos tiempos,  la sociedad parece que vuelve a valorar sus tradiciones y las leyendas vuelven a cobrar más auge que nunca. Puede que al igual que sucede con el puente, en época de prosperidad, cuando el embalse está lleno, pasa al olvido; y en tiempos de vacas flacas, cuando sus aguas retroceden hasta mínimos históricos, es rescatado de la memoria.
Quizás este es el motivo del incremento del sentimiento independentista de muchas regiones. El azote de una crisis que muchos consideran que ha sido ocasionada en el exterior, genera ese sentimiento de querer desmarcarse de aquello que se abrazó en su día, cuando los bolsillos llenos permitían mirar hacia delante sin ningún temor.
Volviendo a la cita, tenía claro que con una sola frase quería reflejar dos aspectos de la vida. Por un lado lo que sucede cuando empiezas a interesarte por el conocimiento e historia de la antigüedad.  Es inevitable comenzar a tirar de un hilo que no termina nunca. Una cosa lleva a la otra y cuanto más sabes, más quieres saber. Te encontrarás con una sed difícil de saciar por el escaso tiempo del que disponemos en la alocada vida que llevamos. Esta se podría considerar la acepción positiva de la cita.
La otra, más que negativa, se podría entender como un aviso a navegantes. Es cierto que los sucesos del pasado es necesario tenerlos presentes, sobre todo para no cometer los mismos errores. Pero cuando la única visión que se tiene es la de que cualquier tiempo pasado fue mejor y cualquier acción comienza a justificarse con hechos históricos, finalmente acaba derivando en una espiral en la que te retroalimentas de unos problemas heredados y que en muchas ocasiones nos afanamos en amplificarlos nosotros mismos con nuestra particular visión de la realidad.
Existen numerosos estudios que indican que aquellos que olvidan más fácilmente sucesos del pasado, gozan de una mejor salud mental. Por eso deberíamos preocuparnos de la salud de nuestra sociedad. Es compatible ser Berciano y Leonés, o Catalán y Español, por poner dos ejemplos. Me empachan los debates sobre la bandera y las autonomías. Vivimos una época de crisis en la que en lugar de unirnos, nos afanamos en remar en sentidos contrarios. Buscamos la confrontación cuando el único interés de muchas familias es llegar a fin de mes. Deberíamos convertir los problemas en una oportunidad, dedicar el tiempo y dinero de debates infructuosos a cosas más acuciantes para la sociedad. En lugar de preocuparnos por lo que representa la bandera española o si debería ser una u otra, ¿por qué no preocuparnos por lo que representará para nuestros hijos?

Está en nuestra mano crear nuestra propia realidad, pero para ello, a veces hay que prescindir de la memoria. Olvidar para progresar y aplacar la sed.