Cuando pensamos en un laberinto a casi todos nos viene a la
cabeza el pasatiempo de verano de una publicación cualquiera. ¿Pero qué
ocurriría si te toparas con uno en un templo religioso? La verdad es que hoy en
día no es habitual pensar en tal cosa, pero existe una catedral al norte de
Francia que no solo alberga uno, sino que este es de varios metros de
diámetro. Y si su centro albergaba una placa
con la representación del combate entre Teseo y el Minotauro, nos podemos ir
haciendo a la idea de que ese lugar es muy especial.
Estoy hablando de la Catedral de Chartres. Como indicaba en
el artículo anterior, a pesar de que el laberinto se encuentra semioculto entre
un mar de sillas de madera que no permiten contemplarlo en todo su esplendor,
rápidamente la duda nos asalta y nos hace preguntarnos qué demonios pinta eso
ahí.
La respuesta es complicada y simple a la vez, pero estas
están a la vista del más profano en la materia, desperdigadas por la catedral
para aquel que observe con atención y sea capaz de atar todos los cabos. No voy
a entrar en detalles, para eso tendréis que leer la novela, pero os haré un
pequeño esbozo de la situación para poneros en antecedentes. Resulta paradójico
que aquellos que dieron muerte a Jesús, fueran a la postre los culpables de la
expansión en Occidente de la religión que predicaba. Para conseguir un mayor
éxito en su tarea decidieron incorporar a las nuevas costumbres antiguas
tradiciones cristianas. Es por eso que muchos templos cristianos se edificaron
posteriormente sobre antiguos lugares sagrados para otros credos. Este también
es el caso de la Catedral de Chartres, edificada en territorio sagrado celta.
Los laberintos se remontan a épocas muy tempranas en la
historia de la humanidad. Este tipo de laberintos tienen un inicio y un final,
con un único camino que los une, sin posibilidad de perderse. Son laberintos
utilizados para la meditación. El camino a recorrer hasta el centro sirve para desligarnos
del mundo material y prepararnos para entrar en el espiritual. En ese círculo
central es donde se llevaba a cabo la meditación y una vez finalizada, se inicia
el camino de vuelta hacia el exterior con un espíritu renovado. Al igual que
Teseo, que entra temeroso en el laberinto para afrontar sus miedos y sale
finalmente victorioso. La lucha con el Minotauro es una metáfora que representa
esa batalla interior que todos llevamos dentro, es precisamente el laberinto el
que nos ayuda a afrontar nuestros miedos.
En definitiva, el laberinto nos ayuda a crecer espiritualmente.
Quizás, al igual que en las leyendas griegas, la resurrección de Jesucristo podría
ser una metáfora de una resurrección espiritual que nos eleve a un estadio
superior de conciencia. Si es así, entiendo por qué el laberinto de Chartres
está completamente cubierto por sillas…
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