Un blog para presentaros mi primera novela y compartir mis opiniones, experiencias e inquietudes con vosotros. Amanece sobre Londres relata dos historias paralelas en el tiempo, una en el siglo IV y otra en la actualidad contra un mismo enemigo: Luzbel. El destino de sus personajes se decidirá antes de la salida del sol, tras una frenética carrera a través de las calles de la capital británica.

 

sábado, 10 de enero de 2015

Je suis Charlie Hebdo


“Por supuesto nunca había dudado de que no fuera plana; de lo contrario,
¿por qué su padre nunca había sabido darle explicación a qué la
sostenía, o de dónde colgaba el cielo?”

“…el ser humano es un ente espiritual. En los albores de la
humanidad el hombre prestaba más atención a cultivar el espíritu,
no prestaba atención a las cosas materiales más que a las necesarias
para subsistir y procurarse cobijo. Evidentemente era una
espiritualidad básica, adoraba al sol, a las estrellas y realizaba ritos
que le preservaran de las tormentas o de las avalanchas de nieve.”

Estos son dos fragmentos de la novela, dispares entre sí, pero relacionados. Tenía en mente esta entrada desde hace tiempo, pero no acababa de animarme a publicarla por lo peliagudo del tema. Los hechos ocurridos en París esta semana me han animado a ello, no sin antes mostrar mi más profundo pésame por las víctimas y condenar sin ningún tipo de ambages tales actos de terrorismo sea cual sea su motivación.
Creo firmemente que la religión es una prisión que limita nuestro conocimiento pero también considero que calma nuestro espíritu. Hoy en día se habla del instinto espiritual del ser humano como rasgo diferenciador de los instintos comunes a otras especies, el de supervivencia y reproducción. Esta necesidad de apaciguar el espíritu es lo que llevó al nacimiento de las religiones, surgidas para dar explicación a lo inexplicable. Como relata Tomás (uno de los protagonistas) en el segundo párrafo del inicio, en un principio se adoraba a aquello que daba la vida o la quitaba, y poco a poco fue evolucionando hasta llegar a la variedad de religiones que existen en esta época.
Envidio a las personas creyentes. Por lo general suelen tener una vida más colmada en el orden espiritual y más tranquila. Cuando surge una reflexión como la de Gala (otra de las protagonistas) en el párrafo que abre este artículo, la respuesta es fácil: existe una divinidad suprema que todo lo crea y ordena. La verdad que es una forma de ahorrarse muchos dolores de cabeza. Una serie de preguntas me persiguen desde que era pequeño (cuando leía aquellos artículos de la revista Muy Interesante sobre el cosmos, los libros de Sagan, Hawking o Clarke entre otros, o cuando mi profesor de ciencias Bernardo nos explicaba el Big Bang) y son entre otras: ¿Qué había antes? ¿Qué es lo que contiene el universo? ¿Dónde está? Desafortunadamente no poseo las respuestas, y como tengo mis dudas acerca de la existencia de una divinidad, sigo sin ellas. Por ese motivo creo que las religiones nunca desaparecerán, sino que se revitalizarán.
Se tiende a creer que a medida que se suceden los avances científicos, se va acorralando un poco más a la religión, puesto que dan respuesta a algo anteriormente atribuido a una inteligencia superior. Pero la realidad es que con cada nuevo descubrimiento se abren nuevos interrogantes cada vez más difíciles de responder, o que no encajan con las leyes y normas científicas conocidas. Es lo que los físicos llaman singularidad.  Mientras exista algo a lo que no podamos dar una explicación o que resulte intangible para nuestro conocimiento existirá la religión. Y cuanto mayor sea el dilema, mayor justificación y devoción encontrarán para fortalecerla.
Se podría llegar a pensar que dentro de unos siglos o milenios el hombre alcanzará un conocimiento pleno que dará respuesta a todos los enigmas del universo. Personalmente dudo que eso ocurra algún día. La justificación la podríamos encontrar dos mil quinientos años atrás en el mito de la caverna. Salvando las distancias os pondré un ejemplo moderno:
Imagina que naces en el interior de un vehículo del que nunca pudieras salir y en un mundo tan vasto que las posibilidades de encontrarte con otro fueran residuales. Dando por hecho que tuvieras el conocimiento que poseemos actualmente sobre el universo, habría una pregunta que serías incapaz de responder. ¿Cuál es el aspecto de tu vehículo? Podrías divagar sobre ello, eso si algún día llegas a planteártelo. Podrías hacerte una idea si en alguna ocasión, por ejemplo, observas su reflejo.  Pero eso no haría más que ocasionar otras preguntas. ¿Cómo se mueve? ¿Por qué es azul? ¿Qué ocasiona el ruido? La única manera de darles respuesta es intentar salir del vehículo, de la caverna, del universo. Tomar la pastilla roja. Entonces hallarás muchas respuestas, pero se abrirán otras preguntas. ¿Quién lo hizo?
La ciencia, y por derivación el hombre, encuentra respuestas mediante la observación externa. Lo que nos llevaría a deducir que para alcanzar a comprender las leyes que rigen el universo deberíamos salir de él. Pero una vez fuera, ¿dónde estarías? Una escalera de Penrose de preguntas y respuestas…
Como decía no creo que alguna vez alcancemos un conocimiento universal que erradique la religión por la simple razón de que formamos parte del mismo. Quizás por ese motivo deberíamos comenzar a dejar de preocuparnos por una divinidad superior (y en su nombre, sea cual sea, cometer las más tremendas barbaries) y empezar a saciar nuestro espíritu adorando a aquello realmente divino en el universo: nosotros mismos.


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